Estaba
terminado mi jornada laboral, cuando oí unos pasos que se acercaban.
No me hizo falta girarme para reconocer a la persona que
sigilosamente se aproximaba. Me gire lentamente y puse la mejor cara
de agobio y cansancio que me salio del alma. Delante mío con porte
de aquel que se cree que está por encima de uno, se encontraba mi
jefe. Se aproximó y en un tono de voz imperativa me dijo:
-Lo
siento, pero hoy te tocará hacer horas extras.
No
podía creerlo me había pasado todo el día delante de aquel
ordenador, sacando balances y cuentas sin poder ir al servicio a
hacer una meada, tenía que revelarme y poner las cosas claras no
quería que aquel personaje con aires de superioridad, se saliera con
la suya.
-Solo
le voy a decir una cosa.
Me
tire hacia atrás en mi silla, y clavé mi mirada en sus ojos para
poder empequeñecerlo lo máximo posible aunque sabía que era
improbable.
-En
esta vida uno trabaja para vivir y no vive para trabajar.
Y
dicho esto y viendo que había cumplido mi jornada me levanté de la
silla y lentamente abandone la oficina mientras sentía como unos
ojos inyectados en odio se clavaban en mi espalda.
Pasaron
los años desde que aquella pequeña batalla fue ganada por un
humilde oficinista, ante el gran jefe blanco de la oficina.
Como
si los astros se hubieran alineado en una extraña combinación se
dio la misma circunstancia que años atrás había sucedido.
Mi
jornada estaba a punto de terminar cuando mi jefe se acercó y con
una gran sonrisa en la cara, como aquel que se cree vencedor antes de
empezar el combate me dijo:
-Te
toca quedarte hacer horas extras, ¿Tienes algo que añadir?
Estaba
vencido, solo pude decir:
-Hubo
un día que le dije que yo trabajaba para vivir, pero hoy en día uno
trabaja para sobrevivir.
Note
en su mirada el odio almacenado durante años, pero en el fondo vi
una chispa, estaba claro que aquello no había sido todo.
-Que
equivocado estas, ya solo no trabajas para sobrevivir ahora vives
para trabajar, por cierto a partir de mañana tu sueldo se reducirá
un 20 por ciento, cosa de la crisis ¿algún problema?
Mi
odio crecía en mi interior, tenía ganas de mandarlo todo a la
mierda, pero sabía que no era posible la situación económica del
país no permitía dejar un trabajo aunque fuera una absoluta basura.
Así
que mirándole a los ojos y humillándome como un gusano, respondí:
-Si,
mi amo.
Y
dándome la vuelta continué escribiendo en mi ordenador sabiendo que
aquella mesa era mi condena, por vivir en una sociedad como aquella.