Trilogía de Cine ( La sala, el solitario y los amantes ). EL SOLITARIO



Son las siete de la tarde y por fin mi jornada de trabajo había terminado. Como todos los días, como si de un ritual se tratara, baje con mis compañeros al bar de la esquina, donde siempre tomamos unas cervezas, antes de que cada uno tome su propio camino a casa. Aquel podría ser mi día, por fin le iba a decir algo, por fin me iba atrever a decirle unas palabras. Durante todo el día, había ido guardando algo de valor  para cuando llegara aquel momento,  en el que se encontrará sola, y poder abordarla para invitarla a cenar aquella noche. La verdad es que nunca había hablado mucho con ella, y si lo pienso bien,  mi conversación más larga, había sido de media hora o diez minutos, la verdad es que no lo se pues a su lado pierdo la noción del tiempo. Todas las mañanas la miraba y  no podía apartar los ojos de ella, mientras se sentaba delante mio, era algo mágico, que tenía como el mago una palabra mágica y era  " Buenos Días ", siempre acompañadas de una sonrisa de su labios rosados. Siempre me ruborizaba, con miedo de que ella se diera cuenta, y le devolvía el saludo con una gran sonrisa. Pero ya era hora que aquel saludo fuera algo más, y que aquellas conversaciones sobre el tiempo que hacía aquel día se convirtieran en una presentación formal.
Nos estábamos despidiendo, después de haber acabado nuestras vasos, cada uno iba a tomar una dirección diferente, cada uno tenia su destino ya programado, pero yo tenía que cambiarlo. Me di la vuelta y cuando todos se habían alejado, y tras caminar unos pasos tras ella la llame :

- Laura - ella se giro y con una sonrisa me respondió.

- Dime, seguro que algo se me ha olvidado y me lo quieres devolver, es que ultimamente voy muy despistada -

- Realmente no se ha olvidado nada, solamente te quería proponer que si no tenias planes para esta noche podíamos quedar para cenar -

El tiempo separó por un instante, y comenzó a ponerse en marcha lentamente. Mis ojos miraban sus labios esperando una afirmación, pero no fue lo que dibujaron sino un no como respuesta.

- Gracias por la propuesta, pero creo que a mi pareja no le gustaría que fuera a cenar con un compañero de trabajo -

Menuda manera más tan tajante de negarme el salir conmigo y encima menuda manera de presentarme a su novio. tenía que salir de aquella situación con la mayor dignidad posible.

- Lo entiendo, es que esta noche no tenía planes - la verdad es que ni esta noche ni ninguna desde hacía mucho tiempo - y me preguntaba si Laura quería acompañarme, pero veo que te están esperando -

- La verdad es que si, pero cuando quieras podemos quedar y tomar un café - Vaya excusa más tonta si a ella no le gusta el café.

- Vale te tomo la palabra, y ya quedamos otro día -

- De todas las maneras mira allí esta Manuel, a lo mejor quiere acompañarte, me han dicho que tiene una vida muy solitaria desde que su pareja le dejó -.

- Pero Manuel es un tipo un poco raro, y no se...... -

-Y tu no lo eres -

Mientras se alejaba entre risas y se despedía con la mano, pensé raro soy raro, no era la primera vez que me o decían, pero meterme en el mismo saco que Manuel, que parecía un psicópata sacado de manual, me parecía fuerte. Si Laura con sus palabra quería destrozarme la vida lo había conseguido.

Durante un rato caminé sin rumbo, perdido entre la gente, sin ninguna dirección concreta a donde ir, de repente me encontré  con el,  entre toda aquella multitud de edificios que componen una gran ciudad, estaba aquel cine, uno de los pocos que se conservan en el centro de mi ciudad. De repente me saltaron recuerdos de cuando no era un multicine, sino un cine con una sola pantalla, y todos los fines de semana, que se estrenaba una nueva película iba con mis padres, haciendo largas colas a veces para conseguir una entrada. Me acerque a la taquilla, y me daba igual que película ver, lo único que quería era estar en lugar oscuro lleno de recuerdos. Si es que quedaban algunos, ya que el cine había cambiado bastante.

- Por favor una entrada -

-¿ Para que película ? -

Levante la mirada y recordé que ya no era ese gran cine con una única pantalla, si no que se había convertido en un lugar de muchas ventanas en las que mirar, no tenia ganas de elegir.

- Me da igual - respondí.

El hombre de la taquilla, me miró con ojos de extrañeza, esta claro que poca gente va al cine sin saber lo que quiere ver, miro en el ordenador, y me vendió una entrada para una sala con una letra.
Al principio iba perdido, aquel pasillo enorme que conducía  a una sala, se había convertido en un laberinto de pequeños pasillos que parecían que llevaran a las habitaciones de un hotel. No era mi costumbre, pero no había cenado así que me acerque al mostrador de las palomitas y pedí un bote grande y un refresco mediano, cuando me dijo el precio pensaba que me había equivocado de lugar y que estaba pidiendo aquellos productos en un hotel de lujo, le mire con cara de pocos amigos, intentándole transmitir con la mirada aquello que me parecía un robo, y por la cara que puso creo que me entendió, pues cuando me devolvió el cambio, movió los hombros hacia arriba como diciendo así son las cosas.
Como era mi primera vez en aquel laberinto y no quería pasear aquellos alimentos de lujo que tenia entre mis manos, le pregunté dónde estaba la sala y me dijo que estaba en el segundo piso, ¿ En el segundo piso?, si que era mi día de mala suerte, ahora me toca ir cargado con todo hasta allí, cuando seguramente lo podría haber comprado arriba. Subí las escaleras como un malabarista, para que no se me cayera ni una sola palomita. Cuando llegue al segundo piso que orgulloso estaba no se me había caído ni una sola palomita y a la vez ridículo cuando me di cuenta que había un ascensor. Me adentre en un pasillo con una flecha en el suelo que indicaba donde estaba mi sala, por fin había llegado. Que desilusión me lleve, de un plumazo se borraron mis recuerdos, no estaba en la gran sala de mi niñez, me encontraba en el comedor de mi casa, con la diferencia que allí habían puesto unas sillas de más para ver una televisión gigante. Donde estaba la magia del cine, donde se encontraba la gente, pues al entrar solo me encontraba yo y mi cubo de palomitas, que ya comenzaba a pesar. Me quede unos segundos de pie, y casi se me escapa una lágrima, pero pensé mejor, bastante triste y solo estoy, así nadie oirá mis llantos, aunque también tiene su ventaja me puedo sentar donde quiera. Una vez acomodado, comencé a pensar, si  Laura cuenta lo sucedido mañana seré el cotilleo y en algunos casos la burla de la oficina, pero daba igual en aquel momento se apagaron las luces, en la soledad de la sala me encontraba, de repente unas risas sonaron detrás mio, me gire y era dos jóvenes cogidos de la mano, que se acomodaban en la ultima fila. Los ojos se me llenaron de lágrimas que no salieron por mis ojos sino de mi  alma triste y solitario. Soy la figura triste, que espera que aquel lugar lo traslade a otro mundo. De repente  una sonrisa se dibujó en mi cara, pues había dejado mi destino emocional en manos del taquillero y de su elección saldrían las tristezas y alegrías y mañana será otro día.

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