El despido




Nunca pensé que me pudiera encontrar en aquella situación. Mi trabajo no es que fuera el mejor del mundo pero por lo menos podía cubrir con ello mis gastos diarios. Pero un día alguien decidió que ya no era productivo, que no era necesaria mi aportación en aquel lugar. Así que en una reunión que me resultaba  realmente ridícula, pues parecía un interrogatorio de una película mala de policías con una mesa y dos sillas. Aquella persona que no me conocía de nada, que no sabía como trabajaba, que no sabía nada de mi, que solo me veía como un dato en una estadística de números decidió despedirme.

Cuando me lo comunico me quede parado sin saber que decir, de mi boca querían salir palabras para que aquella persona me diera una razón coherente más allá de datos y números, pues no quería excusas falsas de que la empresa va mal, que el sector no rinde, etc... pero estaba paralizado solo asentía con la cabeza como si asumiera la situación y entendiera lo que me estaba diciendo cuando lo que yo quería era gritar decirle lo cabrón que estaba siendo conmigo, que el sistema era una puta mierda y que para que sus jefes pudieran seguir bebiendo el licor más caro del mundo, mientras se metían por la nariz todo lo que cayera en sus manos y  unas prostitutas les hacían una mamada yo me tenia que ir  a la calle.

Estaba claro, que su ritmo de vida yo no se lo iba a joder, que aunque la empresa ganara, yo solo era un gasto que les hacia cosquillas entre los dedos grasientos y sucios por la corrupción que estaba en su interior. Pero allí no estaban las personas que toman esas decisiones estaba yo, callado asintiendo como un perrito de juguete en la parte trasera de un coche. Solamente me faltaba bajarme los pantalones y ofrecerle mi cuerpo aquella persona, que seguramente no tenia culpa, pues era un mandado, pero era el que más cerca tenía, así que cuando quise darme cuenta ya me había abalanzado sobre, y mis dedos apretaban sus cuello desnudo.

Notaba como este se hundía entre mis dedos, como palpitaba la vena que transportaba el oxigeno al cerebro y que le estaba privando de este elemento vital para la vida. Aquel vasallo de los despidos, aquel mandado lameculos representante de unos valores sin sentido, intentaba con todas sus fuerzas agarrarme primero las manos para soltarlas y cuando se dio cuenta que aquello seria una misión complicada intento llegar a mi rostro. La mala suerte de aquel personaje era su estatura, pues al ser mas bajo que yo sus manos no llegaban a mi y se perdían en el espacio que había entre los dos. Empezó a dar patadas que tampoco le sirvieron , pues tenia mi rodilla sobre su pecho y esto le impedía moverse con la libertad, poco a poco empezaron a dejar de moverse, supongo que empezaba a desmayarse y dentro de poco la muerte le llegaría, pero aquello no me importo y seguí apretando hasta notar que su cuerpo ya no se movía, y que mi ira iba desapareciendo.

Me incorpore lentamente, disfrutando de aquel momento de libertad absoluta, aquel instante en el que se había hecho justicia. La próxima vez que me manden a un ejercito si quieren despedirme, soy el amo de mi vida y de mis decisiones y ninguna persona que no me conozca puede  elegir mi destino.  Me quede en silencio, pensando que en ese momento mi conciencia entraría en acción y que me derrumbaría llorando ante el acto que había realizado pero no fue sí, más bien se dibujo una sonrisa en mi rostro, por un momento me sentía como un gigante que había derrotado  a la injusticia social y no tenia ningún remordimiento y disfrutaba de la situación. De repente todo empezó a temblar a mi alrededor, como si alguien zarandease la habitación, como si todo lo que estuviera a mi alrededor fuera falso y un gran telón se estuviera levantando. No entendía lo que pasaba hasta que de repente aquel sonido me revelo la verdad.

              —Se encuentra bien  dijo una voz que me parecía que venia del otro lado del mundo. Si quiere dejamos el tema por unos segundos para que lo asimile.

             No se preocupe es que por unos momento estaba convirtiendo mis deseos en realidadLe dije.

Todo había sido un pensamiento fugaz y mis instintos no había salido a la luz y allí seguía aquel hombre clavando su mirada de superioridad en mi, sintiendo lastima y asco a la vez pues el estaba en el escalón superior, aquel al que yo nunca llegaría. Si me hubiera tratado como una persona, como un igual, seguramente no hubiera pasado.

             —No me tiene que tener compasión por mi dije mientras me levantaba .

Aquel fue su error el no tratarme con respeto, el no darse cuenta que era un ser humano como el, si me hubiera tratado bien nunca hubiera convertido mi fantasía en realidad. Creo que en ese momento se dio cuenta del error que estaba cometiendo, pues de mi boca salía una sonrisa y de repente puede ver el terror en sus ojos unos pocos segundos antes de que me abalanzara hacia el. Ahora ya no era una ilusión, era su realidad igual que la realidad de mi despido.

3 Comentarios

  1. Lo malo es que simplemente se quitó de encima un peón, los gerifaltes seguirán manejando los hilos mientras prostitutas les hacen una mamada.

    Pero sí, qué necesaria es la empatía y que poco le gusta a la gente practicarla. Quizá nos iría mejor si fuésemos capaces de ponernos en el lugar del otro.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. La empatía no puede existir cuando vivimos en un mudo de egoísmo y es el yo por encima de todo. Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Carlos, entretenidos y buen escritos relatos. Felicitaciones.

    ResponderEliminar