Vuelco en palabras el odio que me produce
la impotencia del incomprendido,
del que trabaja y no es valorado
del que ama y es abandonado.
Palabras de falsas figuras
creadoras de auras doradas
con luces de bajo consumo,
que humillan con su silencio
al que no comulga con su credo.
Luces tenues que gritan en silencio
cuerdas oxidadas que rebotan en el vació
pues larga es la figura del que alumbra,
solemne entre los que le rodean
y aplauden su luminosidad
como si la del mismo sol fuera.
Y con esta luz falsa que ciega a los palmeros
apaga la luminosidad de los que huyen
y se esconden en madrigueras de conejo
pues no comulgan con las sombras.
Solamente me alegra su corta distancia
que solo alumbra su pequeño castillo,
que algún día se enfrentara a la verdadera luz
dando se cuenta que no fue más
que una simple vela que intento iluminar el sol.
Cuando intente ser luminoso fuera de sus dominios
será apagado por la saliva de unos dedos grasientos
y supongo que solo entonces sentirá el no ser nadie,
cuando se quiere iluminar dando lecciones de humildad.
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